Si todo ocurre según lo previsto, el próximo 30 de julio la NASA lanzará Perseverance, su cuarto gran rover o vehículo de exploración espacial que, por primera vez en la historia, llevará acoplado un pequeño dron equipado con su propia cámara. En unos meses podríamos estar viendo la primera fotografía de Marte capturada desde una aeronave.

Este reportaje es la primera parte de una serie semanal que realiza un recorrido por la historia del arte y las manifestaciones artísticas en arqueología, artes visuales y fotografía vernacular moderna y contemporánea con el planeta rojo como protagonista.

Durante miles de años no fue más que un punto rojo sangre, huésped del cielo estrellado, un habitante sin nombre de la noche que nadie estudia. Algunas veces, cuando se acercaba más a la Tierra y brillaba como ardiente carbón en la oscuridad, debió infundir terror entre los primitivos observadores del cielo, pero sólo para desvanecerse en una relativa oscuridad y ser olvidado una vez más – William Sheehan (neurocientífico e investigador en el observatorio Lowell de Arizona (EE.UU).

El telescopio es el mayor avance en la historia de la astronomía. Gracias a este invento, en los últimos años hemos descubierto miles de millones de objetos astronómicos repartidos por todo el universo observable y es casi imposible imaginar un descubrimiento astronómico sin el uso de este instrumental especializado. En el Sistema Solar ocho cuerpos celestes son visibles a simple vista y no tuvieron que esperar a los tiempos modernos para ser descubiertos. El Sol y la Luna junto con los planetas Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno, son astros conocidos desde la prehistoria.

De la misma manera que reconocían cúmulos de estrellas como las Pléyades y asterismos como el Cinturón de Orión, es muy probable que los humanos que habitaban las cavernas hace decenas de miles de años observasen y reconociesen otros mundos. Aunque hoy en día nos resulte sencillo identificar los planetas como los puntos brillantes del cielo que no titilan y que se mueven con respecto al fondo estrellado, es probable que los primitivos humanos les prestasen poca o ninguna atención al confundirlos con una estrella más. Seguramente los descubridores de Marte no dejaron ningún tipo de registro y es por esto que nunca lleguemos a saber con seguridad cuándo fue descubierto el planeta rojo.

Pintura rupestre en la cueva de Lascaux (Francia). Los puntos negros podrían estar representando el cúmulo de las Pléyades y parte de las constelaciones de Tauro y Orión.
Fuente: Astrocava

Las Civilizaciones Antiguas ya conocían este astro y adoraban a sus míticas personificaciones. Tres obras independientes (un escrito, una pintura y un grabado) surgidas en tres de las primeras civilizaciones incluyen a Marte entre otros astros celestes.

La antigua Mesopotamia supuso un gran avance en civismo y legislación. Una de las reliquias más conocidas y mejor conservadas de esta civilización es el código de Hammurabi, un conjunto de leyes que establece tempranos conceptos como la presunción de inocencia o Lex Talionis (ojo por ojo). El arte de este periodo tampoco pasa desapercibido, en Mesopotamia florecieron la cerámica, la arquitectura, la orfebrería y la escultura. Quizás la decoración artística más impresionante legada por esta cultura sea una de las más recientes, la Puerta de Ishtar, que guardaba los imponentes muros de Babilonia y que hoy en día se exhibe en el Pergamonmuseum de Berlín. Siglos antes de construir esta puerta, los babilonios ya habían redactado Enūma Anu Enlil, rúbrica que hace referencia a los dioses sumerios del firmamento estrellado (Anu) y de la atmósfera, el aire, las tormentas y el viento (Enlil). Esta antiquísima obra de escritura cuneiforme, impresa con estilete sobre 68 tablillas de arcilla, recopila augurios astrológicos que interpretan los cielos en términos relevantes para los antiguos reyes. Los babilonios reconocían y estudiaban las estrellas y otros entes del cielo nocturno e interpretaban sus posiciones según la creencia de que éstas auguran los grandes acontecimientos del futuro. En estos cuentos derivados de la interpretación de los cielos, Marte es uno de los entes cuya posición pronosticaba el destino de los reyes. Aunque las tablillas que se conservan probablemente fueran compiladas en el periodo de los casitas, los relatos del Enūma Anu Enlil están datados alrededor del s. XX a.C, lo que podría suponer la primera referencia escrita a Marte.

Enūma Anu Enlil
K.75 + K.237 © The British Museum

No mucho después y no muy lejos de allí, otra civilización dejaba para la posteridad una referencia a nuestro planeta vecino. Hace ya 5.000 años que el Nilo vio surgir la imponente civilización egipcia. Los primeros egipcios aprovecharon la fertilidad del limo depositado a orillas del río para construir un pueblo próspero con abundancia de alimentos. Esta comodidad liberó a la población, que guiada por el Faraón se centró en desarrollar un rico legado cultural. La escultura, la pintura y la arquitectura vivieron un inaudito auge en el Antiguo Egipto. Por su carácter sagrado y su incierta localización, las tumbas y el arte contenido en ellas son los ejemplos mejor conservados de las obras creadas en esta época de gran esplendor. Tras haber permanecido ocultas a los ojos de la humanidad durante miles de años, las tumbas faraónicas son hoy una ventana al pasado que nos permite contemplar prístinas obras de arte. Las pinturas que decoran estos santuarios muestran las creencias religiosas y la vida cotidiana de los antiguos egipcios y dejan constancia de sus conocimientos sobre matemáticas, irrigación, arquitectura o astronomía. Entre las tumbas con motivos astronómicos destacan las de Ramesses VII y Ramesses IX. En las paredes de ambas hay pinturas y tablas representando un Reloj Estelar Ramesida, que permitía determinar la hora durante la noche basándose en la posición de las estrellas.

La tumba del Faraón Sethy I
K17 – Chamber J © 77 World Wonders

Los antiguos egipcios tenían avanzados conocimientos sobre astronomía y los planetas no escaparon a su capacidad de observación. Fueron los primeros en percatarse de que había en el cielo nocturno ciertas “estrellas” que se movían con respecto a las demás (los planetas). La primera referencia egipcia a Marte aparece en uno de estos sepulcros, datado a principios del s. XIII a.C. y decorado con motivos astronómicos, la tumba del Faraón Sethy I. Esta tumba es la más larga y profunda de todo el Valle de los Reyes; todas sus cámaras están profusamente decoradas y las pinturas están relativamente bien conservadas. La decoración astronómica en cuestión se encuentra en la parte trasera de la Cámara J, pintada sobre un techo abovedado de 50m2. Bajando al nivel inferior y levantando la vista en la cámara correspondiente se puede disfrutar de la pintura. De entre las que han sobrevivido hasta nuestros días, esta es la más antigua que hace referencia al planeta rojo. La decoración de la bóveda al completo es uno de los numerosos ejemplos de la estrecha conexión que para los antiguos existía entre astronomía, astrología, y mitología. Los egiptólogos identifican a Marte en la pintura como el Dios Ra.

Igual que en el antiguo Egipto y Mesopotamia, en las primeras ciudades de la India no escaseaban eruditos que interpretasen el cielo, ni religiosos que inventasen extravagantes relatos mitológicos para narrar las vivencias de pintorescas deidades.

Uno de estos relatos habla del demonio Kali, un ser de grandes dimensiones y color hollín, con larga lengua y un terrible hedor, que habría llegado al mundo en el mismo momento en que el avatāra de Viṣṇu, Krishna, dejara la Tierra. Las antiguas creencias hindúes sostienen que la muerte de Krishna y la inmediata llegada de Kali a la Tierra marcaron el fin del Dvapara Yuga y el subsecuente comienzo del Kali Yuga, la última de las cuatro eras o yugas que la civilización atravesaría cíclicamente. La cultura tradicional hindú estipulaba el comienzo del actual Kali Yuga en una conjunción planetaria ocurrida en MidShravishta, el punto cero del zodiaco hindú. Las observaciones realizadas por los antiguos hindúes durante extensos periodos de tiempo les permitieron comprender, además de los de la Luna y el Sol, los complejos movimientos aparentes de los planetas. Con tan avanzados conocimientos en su poder, lograron calcular la fecha de futuras y pasadas conjunciones planetarias, lo que les permitió datar el comienzo del actual Kali Yuga en el 3102 a.C. El reconocer una conjunción planetaria implica inherentemente la necesidad de identificar el planeta Marte entre los astros, por lo que se podría considerar que los textos antiguos en los que se data el comienzo de Kali Yuga, escritos hace unos 2.000 años, son las primeras referencias a Marte que esta cultura nos ha dejado. Sin embargo, ciertos estudiosos sugieren lo contrario.

Movimiento de Marte en el cielo nocturno a lo largo de los días. Las Civilizaciones Antiguas ya advirtieron este complejo comportamiento.
APOD del 9 de agosto de 2012 © Cenk E. Tezel y Tunç Tezel.

La cultura hindú tiene su origen en la civilización del valle del río Indo, que se remonta al VII milenio a.C. y que para el s. XXVI a.C. contaba ya con dos grandes ciudades, Harappa y Mohenjo-Daro. Según una interpretación de un sello tallado sobre esteatita cocida que fue hallado durante una excavación en 1938, la obra en cuestión representaría el samvatsarasatra, un sacrificio ritual que marca el comienzo del año, concretamente, el samvatsarasatra del año en que el Kali Yuga habría comenzado. La figura central superior estaría ofreciendo en sacrificio la cabra de sus espaldas a Agni, el Dios del fuego, situado entre dos ramas de Higuera Sagrada. Las siete figuras inferiores simbolizarían la posición de los planetas, el Sol, y la Luna en el comienzo del año, apenas unos meses antes del inicio de Kali Yuga. Se sabe que en esta fecha en concreto, los astros anteriores (que en pocos meses se agruparían en conjunción) se disponían en una línea siguiendo el orden Mercurio – Luna – Sol – Marte – Júpiter – Saturno – Venus; por esto, el tercer miembro de los siete, quién representaría el Sol, tendría un aureola sobre la cabeza. Si bien hay interpretaciones alternativas, la figura central inferior sería la primera referencia artística a Marte, tallada sobre esteatita hace ya más de cinco milenios.

Sello de Mohenjo-daro
© petrus.agricola

A principios del segundo milenio antes de nuestra era ya estaba firmemente establecida en China una mentalidad caracterizada por la dependencia autoconsciente de escudriñar regularmente los patrones del cielo en busca de orientación. – D. W. Pankenier (catedrático en Estudios Chinos en la Universidad Lehigh, EE.UU)

Para la antigua civilización china, la posición de los astros en el cielo era increíblemente significativa. Determinaba el calendario, la orientación de los edificios, la programación de ceremonias religiosas y las tareas estacionales. Era tal su importancia que el estudio de los antiguos textos “Mozi” (∼400 a.C.) y “Anales de Bambú” (∼300 a.C.) sugiere que la posición de los planetas en las conjunciones planetarias de 1953 a.C., 1576 a.C. y 1059 a.C. podría haber conferido legitimidad a los cambios hacia las dinastías Xia (∼2070 a.C.), Shang (∼1600 a.C.) y Zhou (∼1046 a.C.). Si eran capaces de reconocer conjunciones planetarias, los habitantes de China en el s. XX a.C. debían conocer la existencia de Marte y los otros planetas observables a simple vista.

Posteriores civilizaciones heredaron la cultura de las anteriores y continuaron observando los planetas. La astronomía griega, por ejemplo, que en gran medida es herencia de la egipcia y la babilónica, sorprendió al mundo con el primer ordenador, el Mecanismo de Antikythera, hallado en la primavera del año 1900, a 45 metros bajo el agua que rodea la isla homónima. Este dispositivo analógico, que algunos expertos datan en el año 250 a.C., se utilizaba para computar las posiciones futuras de los planetas en el cielo, para predecir eclipses y para otras mediciones relacionadas con astrología o la medida del paso del tiempo.

Reconstrucción del Mecanismo de Antikythera
© Tony Freeth

Los griegos fueron los primeros en tratar de explicar estos movimientos desde una perspectiva científica. Tras varios intentos desafortunados de otros astrónomos, Arístarchos de Sámos dedujo acertadamente alrededor del 250 a.C. que todos los planetas orbitaban alrededor del Sol, circulando Mercurio y Venus en órbitas interiores a la nuestra y Marte, Júpiter y Saturno en exteriores. La astronomía griega también estaba ligada a sus mitos y leyendas. Probablemente por el color rojizo del planeta, que recuerda al de la sangre, en la antigua Grecia se conocía a Marte como Areos aster o estrella de Ares, en honor a Ares, su Dios de la guerra y la batalla. Existían por tanto referencias artísticas a Marte en la antigua Grecia, aunque de forma indirecta. Este Dios aparece en la «Odisea» de Homero (∼710 a.C.) y por su puesto en la «Iliáda» (∼750 a.C.), el texto más antiguo de la literatura griega.

Réplica de la escultura de Ares en Villa Adriana

Gran parte del legado cultural griego está en la escultura, y como dios de la batalla que era, Ares es también sujeto principal en muchas de ellas. Es habitual asociar a Ares con la iconografía del escudo y el casco levantado, como en la famosa escultura de Villa Adriana, réplica romana de una original griega.

La deidad griega Ares evolucionó culturalmente hacia el dios romano Marte, que dio nombre a nuestro planeta vecino en la mayoría de lenguas actuales. Este dios continúa apareciendo con cierta frecuencia en sucesivos periodos artísticos, inspirando obras tan diferentes como la pintura renacentista de Botticelli «Venus y Marte» y la del artista barroco Diego Velázquez «El Dios Marte».

Civilizaciones nacidas en otros tiempos y lugares con culturas independientes de las anteriores continuaron redescubriendo el planeta por cuenta propia, asociándole sus propios mitos y estudiando su peculiar movimiento. Los mayas, por ejemplo, redactaron el Códice de Dresde alrededor del s. XII. Tras la destrucción casi completa de su cultura durante la colonización, éste es el texto remanente más antiguo de Mesoamérica. En el capítulo décimo del escrito, se menciona al planeta Marte y se describen su recorrido y movimientos cíclicos.

En una evolución de las narraciones mitológicas de la historia del arte clásico pasada por un filtro actual, Marte sigue muy presente en el arte contemporáneo, inspirando a pintores y escultores como Carla Fache y Victor Mahana.

De izquierda a derecha: (1) “We want peace» Globus Marciano, escultura de 2011 por Carla Fache; (2) Mars landscape, acrílico sobre lienzo de 2009 por Carla Fache y (3) Facing Phobos, óleo sobre lienzo de 2017 por Victor Mahana. (Deimos y Phobos son las dos lunas de Marte)
© Alfa Gallery, exposición “Mars” (Miami, EE.UU)

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Imagen de portada: Carla Fache, «Push the limits“ (2012), acrílico sobre lienzo
© Alfa Gallery
Redacción de contenidos: Alejandro Romar
Concepto original y edición: Sara García-Rodríguez