Si paseando por las salas de arte flamenco de su museo favorito, vieran estos dos cuadros uno al lado del otro, ¿creen que sabrían diferenciar cuál es un original del pintor holandés Rembrandt y cuál es una imitación?

Rembrandt van Rijn (1606-1669) fue la figura central de la edad de oro holandesa durante su florecimiento como potencia económica internacional. Su pintura y actitud humilde reflejan una intensa sensibilidad, una paleta de colores sutil en combinación con un profundo sentido estético que captura la personalidad del retratado. Nacido en una familia acomodada, con 19 años tenía su propio taller y clientela y en poco tiempo, se convirtió en uno de los artistas que mejor manejaba el claroscuro, innovando en el uso de luces y sombras. El retrato fue el género con el que alcanzó el máximo nivel artístico. También fue un importante marchante de arte y vivió una época de prosperidad económica, que al final de sus días se vio truncada, viéndose obligado a subastar todas sus pertenencias y sus colecciones de arte.

El cuadro de la izquierda parece un original de Rembrandt, pero se trata de una obra realizada por “The Next Rembrandt”, un algoritmo de reconocimiento facial y un software de deep learning. Informáticos de la TU Delft estudiaron 168.263 fragmentos pictóricos de retratos en escaneos 3D de alta resolución y archivos digitales, píxel a píxel, de 346 pinturas del autor. Después definieron la segmentación demográfica de las personas en las obras y analizaron qué elementos ocurrían en la muestra más grande de pinturas, comenzando con el género y luego la edad y la dirección de la cabeza, hasta la cantidad de vello facial. Los datos centran el tema de la futura pieza: un retrato de un varón caucásico con vello facial, de entre treinta y cuarenta años, vestido de negro con cuello blanco y sombrero, mirando hacia la derecha.

Rembrandt confió en su uso innovador de la iluminación para dar forma a las características de sus pinturas. Al utilizar fuentes de luz muy concentradas, esencialmente creó un «efecto de foco» que prestó gran atención a los elementos iluminados y dejó el resto de la pintura envuelto en sombras. Esto resultó en que algunas de las características fueran muy nítidas y enfocadas y otras se volvieran suaves y casi borrosas, un efecto que tuvo que replicarse en la nueva obra de arte.

Para dominar su estilo, se diseñó un sistema de software que pudiera entender a Rembrandt en función de su uso de la geometría, la composición y los materiales de pintura. Un algoritmo de reconocimiento facial identificó y clasificó los patrones geométricos más típicos utilizados por Rembrandt para pintar rasgos humanos. Luego utilizó los principios aprendidos para replicar el estilo y generar nuevos rasgos faciales. Un algoritmo midió las distancias entre los rasgos faciales en las pinturas de Rembrandt y las calculó en base a porcentajes. A continuación, las características se transformaron, rotaron y escalaron, y luego se colocaron con precisión dentro del marco de la cara. Finalmente, se renderizó la luz en función de los datos recopilados para proyectar sombras auténticas en cada característica.

Pero las pinturas no son solo 2D, su tridimensionalidad  proviene de las pinceladas y capas de pintura. Para recrear esta textura, se analizaron las intrincadas capas en la parte superior del lienzo y se diseñó un mapa de altura utilizando dos algoritmos diferentes que encontraron patrones de textura de superficies de lienzo y capas de pintura. Esa información se transformó en datos de altura, lo que permitió imitar las pinceladas utilizadas por Rembrandt.

Finalmente, se utilizó una técnica de impresión en 3D que generaba múltiples capas de tinta UV a base de pintura. El mapa de altura final determinó cuánta tinta se liberó sobre el lienzo durante cada capa del proceso de impresión. Se imprimieron trece capas de tinta, una encima de la otra, para recrear una textura de pintura fiel al estilo de Rembrandt.

El resultado es un cuadro casi indistinguible de la obra del pintor más importante del siglo XVII. Si estamos visitando la colección digitalizada de un museo, el juego de la imitación ganaría la partida. Si estuviéramos en la sala del museo, ING y Microsoft, como los buenos trucos de trileros, engañarían a algún que otro despistado. El alma de Rembrandt no la puede simular la inteligencia artificial, de momento.

El cuadro de la derecha, «Busto de anciano con traje de fantasía» (1635, óleo sobre tabla, propiedad de la Reina Isabel II de Inglaterra), forma parte de la exposición temporal del Museo Thyssen, «Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670» que podrá visitarse hasta el 30 de agosto.