Gijón nos ha vuelto a sorprender en su cita anual con la experimentación audiovisual del L.E.V., un festival que, desde hace nueve años, trata de ofrecer una visión panorámica y ecléctica del amplio mundo de la creación ligada a la música electrónica y las artes visuales. El L.E.V. o Laboratorio de Electrónica Visual, es una co-producción del Gobierno del Principado de Asturias, el Ayuntamiento de Gijón, LABoral Centro de Arte y Creación Industrial y el colectivo Datatrón.
Como dato curioso, muy intencionadamente este festival rinde homenaje a través de sus siglas a Lev Thermen, científico ruso creador del Theremin en el año 1922, un instrumento que se manejaba sin que el intérprete le pusiera las manos encima. Dos antenas metálicas salían de una caja de madera, la vertical controlaba el tono y la horizontal el volumen. Era la capacidad natural del cuerpo del intérprete quien creaba una subida del tono y el aumento del volumen. Este invento fue el primero que propició el nacimiento de nuevos estilos musicales como respuesta a la tecnología, por eso Thermen es considerado el padre de los sintetizadores actuales.
Los creadores de L.E.V. definen el festival como “un espacio físico y efímero, preocupado por la sinergia natural entre imagen y sonido, por la acción en directo, la experimentación y por las continuas mutaciones e hibridaciones entre géneros y estilos que ponen de relieve la importancia de la música y las artes visuales como manifestaciones artísticas en constante evolución y transformación”. Y así se percibe como espectador. Una atmósfera entre hipnótica y evasiva con ráfagas de luz post-modernista e industrial.
Esta décima edición se celebró durante los días 28, 29, 30 de abril y 1 de mayo en diferentes espacios de Laboral Ciudad de la Cultura, en el Museo Barjola, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, en la Colegiata de San Juan Bautista del Palacio Revillagigedo, en el Colegio San Lorenzo, así como en el Jardín Botánico Atlántico de Gijón.
PROBETA asistió a las actuaciones de Cao Yuxi, Yro and Sati y Herman Kolgen en el Teatro de Laboral Ciudad de la Cultura, y al concierto de Dasha Rush “Antarctic takt” en el escenario del Centro de Arte LABoral.
“Macrocosm” del joven artista chino Cao Yuxi, vinculado a la nueva ola de creadores interesados por la visualización del sonido, llevó al espectador en un viaje entre sinestesia y abstracción donde los visuales y el audio se fundían en una sola entidad.
Herman Kolgen, artista digital afincado en Canadá y escultor audiocinético presentó el estreno de su nuevo proyecto “Kathodd”, su nueva versión de “Seismik” y la performance “Aftershock”, con la que nos transportó a su personal universo apocalíptico. Su puesta en escena impresiona: pantallas, antenas, mesa de mezclas, proyector. Su narrativa digital y sonora genera desasosiego, es apabullante.
Los franceses Yro & Sati se convirtieron en nuestros favoritos del festival desde el primer segundo. Su espectáculo “Inside The Black Box”, mezcla de animación en tiempo real y digital en diferido, fascinó por su originalidad y su atmósfera mágica. Mientras Yro manipula esculturas de luz, diseños de muaré y origamis filmados por las cámaras del escenario, las melodías de ambient electrónico interpretadas por Erwan Raguenes de Sati se complementan a la perfección con las imágenes monocromas y las secuencias en 3D que desarrollan la aventura de la caja misteriosa.
También nos dejamos hipnotizar por la instalación “Fall” del alemán Robert Henke, ingeniero de formación que desarrolla sus propios instrumentos y algoritmos como parte integral de su proceso creativo. Sus materiales habituales son imágenes y sonido generados por ordenador, grabaciones de campo, fotografías y luz, todo transformado, reorganizado y modulado por reglas matemáticas, la interacción en tiempo real y operaciones aleatorias controladas.
Henke presentó en L.E.V su nuevo trabajo, un homenaje a una pequeña aldea alemana hoy en día sumergida bajo las aguas de un embalse. Dos láseres parpadeantes, proyectados sobre 180 pantallas flotantes de tela semitransparente, y sincronizados con sonidos transformados de agua, campanas de iglesia fuera de su tiempo y técnicas de síntesis rodean al público, oscilando entre una inmersión acogedora y cierta agorafobia. Todos los canales están controlados por un software escrito por el artista. La instalación sitúa al visitante bajo el nivel del agua y le coloca boca abajo. El resultado es una experiencia hipnótica e inquietante, sinónimo de la programación del L.E.V. , que puede gustar o no, pero nunca te dejará indiferente.